Allí estaba ella, rodeada de los
llantos de sus seres amados, y de la tristeza de sus conocidos. Allí estaba
ella recibiendo los abrazos de los cuentos de su vida, breve pero intensa. Allí
estaba ella, con temor al futuro incierto que la aguardaba, un alma en pena.
Allí estaba ella, tranquila. Y, ¿por qué no iba a estar tranquila en su propio
funeral? Después de todo nadie podía verla. ¿Quizás porque nadie quería verla?
12/11/2015
Iván Lus
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