miércoles, 29 de julio de 2015

Gul

                - Señores y criaturas, hemos vuelto por fin de la publicidad. Por si alguien no es de este Universo o se ha pasado los últimos mil años criogenizado, yo soy Slando Dune, el mejor comentador de deportes violentos, de deportes de verdad, y estoy aquí, acompañado por mi colega Durado “Sexto” Siluro y el famoso gladiador rakiense Ork, retransmitiendo en directo desde el Dark Colosseum para todos los sistemas importantes de esta galaxia. Recuerden si no pueden sintonizarnos no son nadie.
                Slando Dune era un kaniano. De una de las lunas del planeta Kano. Más concretamente de Kano Beta. Atractivo, según los estándares de su especie. Su piel escamosa era de un color marrón muy claro y con manchas negras. En su cabeza triangular, destacaban su dos grandes ojos negros. Y las dos gruesas antenas del color de su piel, le caían elegantemente por detrás de la cabeza y sobre los hombros. En el resto del cuerpo, a excepción de las manos, su especie no se diferencia mucho de los humanos, son altos y delgados. Dos brazos y dos piernas. Pero sus manos tienen solamente tres dedos.
                - Asi es Dune. - Dijo Siluro. - Y para los que sí pueden vernos, es ya hora del combate más esperado de hoy. El campeón, el más brutal y despiadado rakiense, Let’ón, ha desafiado a un aspirante del que no sabemos casi nada.
                Durado “Sexto” Siluro. El sexto Durado de un famoso linaje de Siluros. Y el primero de todos ellos que decidió apartarse de la sangrienta política de su planeta natal, Enora. Para hacerlo tuvo que encargar el asesinato de todos sus parientes vivos. Y como era el heredero de una gran fortuna pudo librarse de la condena pagando una multa. Al contrario que su compañero de trabajo, Sexto era un glotón obeso y enorme de piel roja. Era casi imposible saber donte terminaba su cara y donde comenzaba su grasiento cuerpo invertebrado. Los enoranos constan de cuatro patas-brazos que les salen de la espalda, midiendo más de metro y medio cada una, y son más parecidos a colas que a brazos en realidad. Otra cosa curiosa de los enoranos son sus ojos, similares a los de los insectos.
                - Cierto. Un desafio completamente inesperado. Pero hay que decir que este nuevo luchador arrastra consigo todo tipo de rumores. Ya que no conocemos su nombre le llamaremos Gul. Es el último de su planeta. Aquí es donde empieza lo interesante. Dicen que fue él el que se cargó a todos los guls en una sola noche. Y tan sólo con una espada.
                - Creo que hay historias mejores sobre él. Dicen que apostó su propia vida a que sus seres queridos le insultaban después de muerto. Para comprobarlo se quitó la vida. Sus familiares le enterraron según unos ritos funerarios que él siempre había considerado absurdos y denigrantes. Asique en mitad de todo aquel tinglado rompió el ataúd y mató a todos los presentes a puñetazos. Luego recuperó su espada y nunca más la soltó. Ni siquiera los guardias a los que se entregó se atrevieron a quitársela. ¿Tú que opinas Ork?¿Podrá éste misterioso asesino de masas con el más grande guerrero de todos los sistemas de Rak, tu hermano Let’ón?
                - No.
                Ork, como todos los rakienses, tiene una piel de color verde oscuro. Son una especie anfibia, aunque no pasan mucho tiempo en los mares. Tienen agallas en el cuello y en las axilas. Son un pueblo guerrero y conquistador. Todos son muy altos y robustos, y muy agresivos. Sus ojos ojos son totalmente negros y grandes. Muy parecidos a los ojos de los kanianos. De hecho sus especies estaban emparentadas, quizás hasta fueron una sola especie hace algunos millones de años. Sus antenas son parecidas también aunque tienen más de dos. Normalmente entre seis y diez, de colores que varían entre el negro, el verde, el rojo, el azul o el blanco. Cuantas más y más largas mejor. Ork tenía nueve, oscuras como el azabache, y, más largas que las de Slando Dune, le llegaban hasta la cintura. En la cultura de los rakienses, los pertenecientes a familias nobles suelen llevar poca ropa, excepto en las batallas. La mayoría de las veces no visten más que un taparrabos de cuero y unos cinturones atados al torso, al cual corgar sus medallas por delante y sus armas a la espalda.
                - Una muy elocuente opinión amigo Ork. - dijo entre risas Dune.
                - Y por fin salen ambos a la arena. Gul lleva una capa bastante desgarrada, negra por dentro y roja por fuera, con capucha. Vaya, parece que no vamos a poder verle la cara al aspirante. Dime Dune, ¿estoy viendo bien?¿Lleva Gul una cadena enroscada alrededor de su torso y del brazo derecho, unida a la empuñadura de la espada?
                - Parece que sí. Supongo que no quiere perder una espada tan grande. Parece muy pesada para alguien bastante pequeño y delgado. Yo no apostaría por este tipo.
                - Yo tampoco Slando, yo tampoco. Me informan del estado de las apuestas por el auricular. Parece que nadie en todo el estadio apuesta por el nuevo. Las apuestas están quinientos a uno. Bueno quizás me replanteo hacer una pequeña apuesta por él… si por algún milagro ganase podría hacerme rico.
                - No creo que eso pase nunca. El campeón parece que lleva su mejor armadura. Compuesta de astinum azul y equipada con un escudo de energía de última generación en el brazo izquierdo y una pistola de plasma en el hombro derecho. Reforzada en brazos y piernas, y con un casco dotado de un visor cibernético. Su espada de dos hojas paralelas puede cortar una montaña en dos. No hay quien pueda con ese monstruo.
                - Antes de repasar las reglas de lo que parece que va a ser un breve combate, les recordamos que éste evento está patrocinado por Industrias Banaki. Si buscas una nave, encárgasela a ellos o acabarás despedazado en algún agujero negro. Ahora dime Dune, ¿cuáles son las reglas del combate?
                - ¡¡Noooooooooooooooo haaaaaaaaaaaaaaay reeeeeeeeeeeeeeeeeglaaaaaaaas!!
                - ¡No hay reglas!¡No hay reglas! - gritó Sexto Siluro para corear a su compañero.
                - ¡Qué comienze el combate! - gritó Slando Dune, y todo el público del Dark Colosseum repitió el famoso grito de su comentarista de deportes preferido, exhaltados y llenos de júbilo ante la expectativa de una gran pelea a muerte.
                Slando apretó un botón, haciendo sonar una potente sirena que podía oirse a varios kilómetros del estadio más grande construido jamás en la galaxia. Así dio comienzo la lucha y ambos contendientes se pusieron en guardia. Siluro se encargaba de narrar el combate.
                - Let’ón comienza dando sablazos con su original espada, pero no parece que a Gul le moleste demasiado. Esquiva todos los ataques de su rival sin ningún problema. Quizás no esté interesado en pelear. Pero el campeón le empuja con su escudo de energía y aunque no consigue derribarlo, le ha separado lo suficiente como para disparar, comodamente desde la distancia, su pistola de plasma. Un disparo tras otro, Gul los para con su espada mientras corre alrededor Let’ón buscando un punto débil o una forma de acercarse más a él. Desde aquí, en lo más alto del estadio podemos oir los gritos y gruñidos de frustración del enorme rakiense al no pocer hacer blanco con sus disparos. Si continúa así, pronto agotará la energía de su arma y tendrá que pelear cuerpo a cuerpo. ¿Conseguirá aguantar el misterioso último superviviente del pequeño planeta Gul? Sin duda lo lograría se bebiese SUL, la bebida de energética de los campeones. La única bebida que te hará incansable. Let’ón ha dejado de disparar, pero apostaría a que se ha guardado algunos disparos por si acaso. Gul se lanza al ataque con su enorme espada en alto, agarrándola con ambas manos, pero Let’ón bloquea su primer mandoble. Y también el segundo y el tercero, pero ha dejado una abertura que el gul aprovecha y le da una patada frontal con todas sus fuerzas al gigante de Rak. Creo que el aspirante no tiene ni idea de lo cara que es una armadura completa de astinum azul. Su patada obviamente no ha tenido ningún efecto.
¡Oh!¡Mira eso!¡Sabía que el campeón se había reservado al menos un disparo! Juraría que le ha dado en toda la cara. De lleno y a quemarropa. Ahora mismo el último de los guls está inmóvil en el suelo. Podríamos haber presenciado el fin de una especie. ¡Joder! Y ni siquiera conocemos su aspecto. Las cámaras flotantes intentan buscar el ángulo adecuado para verle el rostro, pero parece como si la misma luz temiese iluminarle la cara. ¿Tan feo será?¿Tendrá cinco ojos?¿Berrugas?
                - Creo que te equivocas amigo Siluro - intervino Dune por primera vez desde que empezó el combate. - ¿Ves eso? Se está levantando. No me lo puedo creer. No puede ser. Fíjate en su espada. ¿Está realmente flotando en el aire?
                - ¡Santo Rak! - exclamó Ork.
                - Esto no ha terminado ni mucho menos - Sexto Siluro volvío a su tarea de narrar la batalla. Ahora parece que la espada tiene vida propia. Gul ni siquiera se mueve. Simplemente mira a su oponente. Diría que con fiereza pero vete tú a saber. ¿Estará blandiendo su espada con la mente? Es posible. ¡Oh mierda! Debí haber apostado por este tio. El que lo haya hecho se va a hacer rico. Let’ón apenas puede bloquear los golpes con su espada. Por suerte aún tiene su escudo. Pero les recuerdo que probablemente ya no tenga energía para disparar. Está en una clara desventaja. No parece que pueda acercarse a Gul. La espada no deja de dar un tajo tras otro. ¡Y ahí lo tienen! Ha conseguido impactar en el brazo derecho del campeón. No se lo ha cercenado, pero la fuerza del impacto le ha hecho soltar la espada. Ahora si que está perdido. Retrocediendo paso a paso. Gul sigue inmóvil. No obstante la espada sí que se mueve hacia delante mientras golpea sin descanso el escudo de energía. Y cada vez que lo hace saltan chispas. ¿Cederá el escudo de energía? Yo no soy un experto, pero me da la impresión de que no aguantará por mucho tiempo. Lo que, por cierto, no te pasaría jamás con Escudos de Energía W. Úsalos para lo que sea, porque son los mejores y más perfectos escudos de energía. Recuerda Escudos de energía W. Nunca fallan. ¡Oh no!El escudo de Let’ón si que ha fallado. Ahora Gul, o mejor dicho su espada, lo tiene a su merced. Pero ha dejado de atacar. La espada se ha detenido a unos centímetros del rostro del campeón rakiense. Se mantiene, amenazante, aún flotando en el aire.
                - Yo creo que se ha detenido tan sólo para decidir como será el golpe de gracia - opinó Slando Dune.
                - Sí. Eso es lo que parece. Todo el estadio está en silencio. Esperando. La cadena da la impresión de ser una serpiente voladora. Aún está enroscada al menos un par de vueltas al torso de Gul. ¡Y ya se ha decidido! Serpentea y como un aguijón enorme se clava en la pierna derecha de Let’ón. Lo lanza al aire. ¡Increíble! Con una maniobra espectacular la cadena se ha enroscado al cuello del derrotado rakiense, justo un momento antes de que éste cayera al suelo. Pretende humillarlo hasta el final. El campeón, o quizás tengamos que referinos a él a partir de ahora como el ex-campeón, intenta librarse de la cadena que pretende ahorcarlo. Gul lo lanza contra el suelo, lo levanta y le vuelva a estrellar contra la arena. Lo vuelve a sostener en lo alto. Todo acabará de un momento a otro. El rakiense ya no intenta librarse de la cadena. Está inconsciente. La espada se dispone a acabar con su miseria. Se prepara, colocándose en la espalda de Let’ón. Y lo corta en dos por la cintura.
                - Es increible que haya conseguido cortar la armadura de astinum azul como si fuera mantequilla. Me pregunto, ¿de qué metal estará forjada esa espada?
                - No tengo ni idea Slando. Y ahora va y tira la parte superior contra el público, salpicándolo todo de sangre verde. Por si no lo saben, los rakienses tienen hasta diez litros de sangre verde, muy viscosa. Si no fuera por el campo de fuerza que protege a los espectadores, todos ellos habrían quedado pringados.
                - Parece que ahora tenemos dos nuevos campeones. El misterioso campeón de Gul, y nuestro compañero, Ork, que acaba de ascender a campeón de Rak. Dinos Ork, ¿Cuándo vas a retar a Gul? Un momento, Siluro, ¿has visto a dónde ha ido Ork?
                - Acaba de entrar en la arena. Y lleva consigo a todo un escuadrón de soldados rakienses. Parece bastante molesto. Nunca creí que le molestase que alguien matase a su hermano.
                Los militares que acababan de entrar vestían armaduras ligeras de color negro, habituales en los ejecutores en acto de servicio, y no llevaban casco. Éstos se encargaban de exterminar a aquellos criminales condenados que no tenían valor, o eran demasiado peligrosos para ser gladiadores. Portaban rifles de plasma. Todos excepto dos por cada escuadrón. Uno de esos cargaba un enorme cañón que disparaba un continuo láser rojo bastante peligroso. El otro solía ir armado con un lanzallamas, y en pocos casos, en lugar del lanzallamas cargaban con una pesada ametralladora de proyectiles solidos de gran calibre. Éste era uno de esos casos.
                - Es más probable que esté enfadado porque le han arrebatado la oportunidad de matarlo él mismo.
                - Eso tiene bastante sentido amigo. Aunque después de lo que acabamos de presenciar no creo que tenga ni la más minima posibilidad. Debería haberse puesto la armadura. O tal vez me equivoque. Esto se va a convertir en una ejecución improvisada. ¿Nadie va a parar esto?¿Dónde están las autoridades?
                - Tienes que recordar que todos los sistemas rakienses están bajo el dominio del campeón de Rak. Y ahora que Let’ón ha muerto, todos los militares en un radio de cientos de años luz obedecen las órdenes de Ork. Justo o no, esa es la ley más importante del Imperio Rak. Casi doscientos planetas. Si no consigue matarlo hoy, con un escuadrón, estoy seguro de que pondrá precio a su cabeza y todos sus ejércitos lo perseguirán hasta matarlo o hasta que Ork muera y sea sustituido por otro.
                El escuadrón, una docena de soldados, se desplegó alrededor de Gul, quedándose Ork frente al asesino de su hermano. A la izquierda del nuevo líder de los rakienses estaba situado el soldado con el cañón láser. Y a su derecha el de la gran ametralladora.
                - ¡Muerte! - gritó Ork.
                A su orden todos, incluso él con su pequeña pistola de plasma, abrieron fuego. Los ejecutores eran una fuerza de élite. No sólo poseían las mejores armas y las armaduras más brillantes y elgantes del imperio rakiense, también tenían el mejor y mas intensivo entrenamiento. Con lo cual no fallaron ni un disparo. El cuerpo del gul se sacudía y retorcía con cada impacto. El láser le cortó una pierna. La pistola de plasma le dio de lleno en la cabeza. El pecho y el estómago estaban llenos de agujeros de la ametralladora, por los cuales salían unas pocas gotas de sangre. El humo ascendía de las quemaduras producidas por los rifles de plasma. Gul, el último de su especie, cayó muerto al suelo. Su espada se quedó clavada en la arena, a su lado. El silencio se volvió a adueñar del público y de los comentaristas. Ya no había nada que decir.
                Dos soldados más entraron a la arena con una camilla para llevarse el cadáver. No llegaron muy lejos. Sin previo aviso la espada saltó por si sola y les cortó la cabeza a ambos. Siguió girando en el aire formando un círculo perfecto alrededor de Gul. Tras un giro completo ya había matado dos soldados más. Al primero le hizo un profundo corte en el abdomen y al segundo le cercenó el torso, desde la axila derecha hasta el lado izquierdo del cuello. El resto de soldados pudieron esquivarlo a duras penas agachándose o saltando hacia atrás. A excepción de Ork, que se encontraba más cerca que los demás, al que la cadena le dio un fuerte golpe en la cabeza, tumbándolo al suelo. Tras el segundo giró, en el cual la cadena se alargó aún más, le cortó las dos piernas a un ejecutor y partió en dos la ametralladora y el cañón láser. En el siguiente, cuando uno de los hombres saltó para apartarse lo cortó en dos, desde el hombro derecho hasta la ingle. En el cuarto, degolló a tres soldados que habían conseguido reaccionar ante aquel tornado de metal, sangre y arena y estaban a punto de disparar sus armas. No hubo un quinto giro. En lugar de eso, la espada ensartó a uno de los hombres y lo utilizó de escudo contra los disparos para proteger el cuerpo sin vida de Gul. Luego lo lanzó contra los cuatro que aún quedaban. Los dos que estaban a cada lado pudieran dar un salto y apartarse, pero a los dos del medio les cayó encima su compañero muerto. Ambos se golpearon en la cabeza al caer contra lo que qedaba de la ametralladora y quedaron inconscientes. Para evitar posibles problemas si se despertasen, la espada los decapitó.
                Tan sólo Ork quedaba con vida, pero estaba en el suelo quejándose de dolor y sin atreverse a levantarse. Su pistola había salido despedida al recibir el golpe, y ahora estaba desarmado y a merced de la misteriosa espada sanguinaria, la cual estaba parada en el aire sobre él, con la punta haciendo una ligera presión en su cuello. El frío metal era lo único en lo que podía pensar en ese momento. El orgullo le impedía rendirse, pero tampoco se atrevía a hacer ningún movimiento.
                El futuro del imperio más grande de la Vía Lactea en el último millón de años está en juego. Si Ork muere, los rakienses se quedarán sin un comandante supremo. Para todos los presentes el tiempo pareció alargarse. Los comentaristas del evento se habían quedado sin habla. Los que tenían boca estaban con la boca abierta. Algunos de los que tenían manos se las echaban a la cara. Unos pocos de los que tenían ojos apartaban la mirada, incapaces de ver lo que pensaban que estaba a punto de ocurrir. Todos sabían que ninguno olvidaría jamás éste momento.
                La espada comenzó lentamente a ascender, al parecer mostrando piedad y perdonando la vida de Ork. Sin embargo, éste aprovechó la oportunidad para estirar su brazo y alcanzar su arma. En el mismo momento que sus dedos tocaron la empuñadora de la pistola, el filo de la espada se hizo paso, muy despacio, a través de su ojo derecho, haciendo que los gritos de dolor del guerrero aterrorizasen a todos los presentes. Al mismo ritmo la punta salió por la nuca y se clavó en la arena. Aún se oía el eco de los últimos alaridos de terror que saldrían de la boca del comandante rakiense, que gobernó durante menos tiempo que ningún otro jamás. Pero la espada aún no había terminado con él. Siguió hundiéndose más y más en el suelo, mientras lo salpicaba todo de sangre verde, y sólo paró cuando la empuñadora golpeó la cara de Ork.
                - ¡Y aplaudan los que tengan manos, aplaudan! No creo que volvamos a ver un combate tan sangriento como éste jamás - exclamó Dune.
                - Dinos, Slando, ¿Qué es lo que nos espera ahora? El imperio rakiense necesita un líder. Y hoy a perdido dos en tan sólo unos instantes. ¿Cuál es el futuro de éste imperio de guerreros despiadados?
                - Es díficil de decir, compañero. No hay precedentes de nada ni remotamente parecido, pero supongo que es muy probable que pronto podamos asistir a un torneo entre los rakienses de más alto rango - hizo una breve pausa para escuchar a sus jefes por un auricular-. Parece que no tenemos tiempo para más. Es hora de… un, un momento. Miren eso. Gul se está levantando. No parece herido, ¿cómo es posible?¡Yo ví claramente como le cortaban una pierna!
                - Eso sin mencionar la gran cantidad de disparos que le agujerearon todo el cuerpo.
                - De alguna forma ha sanado. Está caminando por su propio pie y se dirige a recoger su espada. ¡Oh Rak!¡Menudo salvaje! La ha arrancado, pero en lugar de levantarla lo que ha hecho es cortar en dos el cadáver de Ork, lanzándo al aire un asqueroso montón de tripas, tierra y sangre - hizo otra pausa para escuchar las órdenes de sus jefes por el auricular -. Seguro que todos nuestros espectadores querrían ver una buena serie de repeticiones, pero lamentablemente no tenemos más tiempo. Para aquellos que nos siguen desde sus naves o desde sus casas, nos despedimos. Aquí en el Dark Colosseum, el mejor comentador de deportes violentos, de deportes de verdad, y Durado “Sexto” Siluro les esperamos siempre que estén sedientos de sangre.


                Impasible, espada en mano y con la cadena de nuevo enroscada varias veces al cuerpo y al brazo derecho, Gul salíó por la puerta de la victoria.


Iván Lus
@LusDIvan
*Toda esta historia se inspira en este dibujo de Alex R. Rives. Gracias, amigo*


viernes, 24 de julio de 2015

Caronte y el mendigo

                  El mendigo caminaba en una larga procesión de almas en pena sin saber muy bien donde estaba o como había llegado hasta allí. No tardó mucho en suponerlo cuando vio a dos hombres encapuchados repartiendo latigazos a aquellos que se negaban a seguir caminando y se apartaban de la columna.
                Al final, a la orilla de un lago de agua negra, se encontraba Caronte, en su barca, cumpliendo con su interminable deber de transportar  las ánimas a las puertas del Infierno. Tras varios meses de una larga espera, el mendigo alcanzó la orilla, pero el que pasó justo delante de él fue el último, el que llenó la gran barcaza negra.
                - “Éste es el último. Es hora de partir. Agárrense fuerte y no se caigan por la borda, no se hacen paradas”. - La voz ronca de Caronte resonó en la enorme cueva. Era sincero cuando decía que no se pararía a recoger a quién se caiga al mar, pues estaba lleno de gente que nunca terminaba de ahogarse, pues ya estaban todos muertos. Sus gritos de auxilio atormentaban a los pasajeros. No obstante, eso sería lo más fácil de soportar, teniendo en cuenta de que les esperaba el resto de la eternidad en el abismo.
                El barco se perdió a lo lejos en el oscuro horizonte. Mientras tanto el mendigo esperaba en el mismo lugar en el que se había quedado. Cuando intentaba sentarse para descansar, alguno o varios de los encapuchados le daban un latigazo. Sobra decir que desde que comenzó la espera, meses atrás, no había probado bocado, y se estaba muriendo de hambre. Pero al igual que los que caían al mar, no podía morir de nuevo. El sufrimiento nunca terminaría.
                Un año pasó hasta que Caronte y su barco regresaron a aquella orilla. Pero cuando éste bajó por la pasarela y se encontró con el mendigo se sintió asqueado y lo apartó a un lado de un empujón para que subieran los demás. Hay que decir aquí que el mendigo jamás se duchó en vida, pues nació pobre, y la porquería que acumuló durantre sus cincuenta años le acompañó al más allá. El barquero se negó a subir a su barca a alguien tan exageradamente sucio y maloliente. Pero había algo que Caronte no había sospechado.
                - “Bienaventurado señor”- dijo el mendigo.- “Si me dejas subir a tu gran barco te pagaré con el tesoro de toda una vida”.
                - “No me tomes por idiota, despojo. A las almas que caen aquí les quitan todas sus ropas y propiedades”
                - “Mi tesoro se esconde entre la mugre que ahora forma parte de mi cuerpo, por eso nadie lo ha visto y no han podido arrebatármelo”. El mendigo rebuscó entre su cuerpo y cogió algo. Extendió su mano de tal manera que sólo el barquero pudiera ver lo que guardaba. Éste, asombrado ante el brillo de lo que había en la sucia mano de aquel hombre repelente, le preguntó:
                - “¿Qué es eso, humano?¿Qué es ese metal deslumbrante?”
                - “Un buen hombre tuvo la bondad de dárme estas dos monedas de oro para que comprase comida, pero no tuve tiempo pues mi corazón se paró antes de que llegase al mercado”.
                Caronte había vivido hace miles de años y en su época nadie usaba tan precioso metal. Fascinado, tomó el tesoro del mendigo y le concedió el último lugar en ese viaje de la barca. Antes de subir la pasarela se dirigió a aquellos que esperaban y gritó:
                - “Desde ahora el pasaje vale dos monedas de oro. Todos aquellos que no puedan pagarme permanecerán aquí para siempre”. Y acto seguido el barco partió de nuevo con su viaje.
                Desde ese momento a todos aquellos que dispongan de esas dos monedas, se les permite quedárselas para que puedan pagar al barquero.
               
                De ésta forma la bondad de un solo hombre desinteresado, terminó por convertirse en algo negativo para todas las almas. Pero, ¿es eso suficiente para no ayudar a los demás?
                No.



Iván Lus
@LusDIvan

miércoles, 22 de julio de 2015

El sangriento final de La Peor Guerra

               La sangrienta escena que contemplaban mis ojos, se quedaría grabada para siempre, a fuego, en mi cabeza. El mayor de los héroes que ha dado a luz nuestro planeta se alzaba, cubierto de pies a cabeza por la sangre de sus enemigos, sobre una pila de cadáveres de unos cinco metros de altura. Aunque ahora supongo que debía ser obvio que estaba al borde de la muerte, lo cierto es que en aquel momento pensé que ese hombre era poco menos que una oscura divinidad. Un demonio. Un monstruo iracundo que había luchado por la humanidad.
                Puede que no fuera la única razón de que nos salváramos, pero no hay duda de que fue la principal. Motivó a ejércitos de personas embravecidas por todo el mundo tras haberlo visto en todos los canales de noticias, o en Youtube, matando cientos y cientos de invasores con sus propias manos. Sin apenas ayuda, porque pocas fueron las veces que algunas fuerzas o cuerpos de seguridad le cubrieron las espaldas. Y además, en los últimos días de La Peor Guerra, la mayoría de las naves alienígenas se llevaban a sus soldados de todos los frentes del globo para que se enfrentaran a él. Era así como ellos luchaban, como guerreros, y no como soldados. Así es como batallan los verdaderos monstruos. Y así es como batallaba nuestro demonio.
                Allí estaba yo, a cubierto tras un árbol caído, y a punto de mearme en los pantalones. El cámara que me acompañaba, un francés de mediana edad que había contratado para la ocasión y que también era mi intérprete, no estaba menos acojonado. Pero, pese a ello, no dejaba de grabar a tan peculiar salvador, que jadeaba en su posición elevada mientras un escuadrón de esos terroríficos canallas lo rodeaban lentamente, pero manteniéndose al pie del montículo de sus camaradas caídos. Poco sabíamos de ellos entonces. Humanoides, como nosotros, pero más altos. La armadura, blanca de algunos y negra de otros, les cubría casi todo el cuerpo excepto por sus pies y sus manos, los cuales eran de color verde grisáceo. Las máscaras de sus cascos eran todas diferentes unas de otras, pero todas ellas parecían diseñadas para acobardar a sus enemigos.
                Eran unos treinta, así que lo que presenciamos a continuación parece difícil de creer. Lentamente, hincaron una rodilla al suelo y agacharon la cabeza. Uno de ellos, no sabría decir cual, habló en su extraño lenguaje, con un sonido incapaz de realizarse con nuestras cuerdas vocales. Desconozco si el Gran Héroe lo entendió o tan solo quiso decir las que fueron sus últimas palabras. Cuando se pronunció lo hizo con una voz fuerte y gutural, y aunque fuese debido a las circunstancias, a mi me pareció demoníaca.
                - Tal vez alguna vez fuese la Resurrección y la Vida. Pero ahora soy La Muerte, La Destrucción, La Aniquilación y ... - hizo una breve pausa para luego continuar gritando - ¡La Guerra!
                Y mientras su vida se apagaba, uno tras otro, los alienígenas invasores fueron desapareciendo, transportados a las naves, que habían permanecido a pocos metros por encima de todos nosotros. Después, éstas también se fueron, probablemente de vuelta a su lugar de origen, dondequiera que estuviese. Tras seis meses de guerra y muerte creí estar soñando. Tenía que haber otra explicación que se me escapaba. Eso pensé. Pero no era así. Se estaban rindiendo. No ante la humanidad, sino ante un solo hombre. Porque eso es lo que era Marco. Marco Lión. Hijo de Louigi Lión y Grace Merlivlad. Asturiano de nacimiento.  
                Y así fue como esta tierra desolada, Les Landes, este infinito bosque de pinos, ha pasado a ser la zona más turística de nuestra mota de polvo. Y así fue como yo, Alex Aries, gané el premio Pulitzer por primera vez.

                Gracias.





Iván Lus
@LusDIvan