jueves, 18 de octubre de 2018

Por Primera Vez


                    En el pueblo, nadie lo conocía. Y, por ello, su oferta se me antojó irrechazable. Algo que nunca habría aceptado con mis vecinos. Ni tan siquiera me lo habría planteado de sospechar que pudiesen enterarse. Mantenerlo en secreto resultaba crucial.
                No obstante, aun habiendo aceptado, convencer a mi marido me parecía entonces más complicado que viajar a la luna. Siete días tarde en reunir el valor de sugerírselo, y otros siete en encontrar el momento idóneo. Una cena romántica bajo las estrellas, con velas, y tantas otras mariconadas que tanto le gustan. “Una curiosa manera de fortaleces nuestra relación” me dijo. “Una curiosa manera, sin duda, de renovar nuestros votos de amor eterno”. Como siempre, tardé un tiempo en descifrar su expresión. Menudo jugador de póker podría haber sido. Unos segundos interminables.
                Y de repente, todo se volvió más real. Lo que antes era una fantasía, dejó de serlo, así, sin más, y el miedo que me revolvió las tripas, no lo conocí hasta esa noche, y jamás lo he vuelto a sentir. Tan fuerte me apretaba el corazón que tuve que irme corriendo a darme una ducha y llorar en soledad. No me entraron dudas, no. Pero los nervios tardaron un tiempo en aflojar el nudo de mi estómago. Y cuando salí, allí estaba él. Mi marido. El único gran amor de mi vida. Esperándome desnudo en la puerta del baño. Deseando hacerme el amor como no me lo había hecho desde hacía tanto…
                Esa chispa prendió rápido, y avivó como nunca la llama de nuestra pasión. Arde con fuerza en el interior de ambos desde entonces.
                Nos hemos metido de lleno en este nuevo mundo que nos era desconocido no hace tanto. Pero a pesar de ello, siempre encontramos tiempo que dedicar a nuestros placeres en amor e intimidad. Mucho más incluso, aunque no te lo creas, que cuando éramos unos jóvenes saturados de hormonas, y no podíamos pensar en otra cosa.
                Te entiendo. Comprendo tus dudas, tus temores. Tu vergüenza. Pero también los deseos que nacen en lo más profundo de tu ser. Así que deja que te ayude como me ayudaron a mí. Libérate de tus miedos. Abre tu mente y entrégate a este momento. No pienses en la habitación de al lado. Lo que ocurra allí es asunto de ellos dos, y no nos concierne. Sí, mi marido le dará tanto placer a tu mujer como ella pueda soportar. Pero tú, tú estás aquí conmigo. Dejémonos llevar y disfrutemos frente al fuego del deseo que nace en nuestro fuero interno de forma tan intensa y natural. Hagamos el amor esta noche como si fuera la primera y la última vez que podremos permitirnos dejarnos arrastrar por lo que desean nuestros sabios cuerpos.



Iván Lus

No hay comentarios:

Publicar un comentario