En el pueblo, nadie lo conocía.
Y, por ello, su oferta se me antojó irrechazable. Algo que nunca habría
aceptado con mis vecinos. Ni tan siquiera me lo habría planteado de sospechar
que pudiesen enterarse. Mantenerlo en secreto resultaba crucial.
No
obstante, aun habiendo aceptado, convencer a mi marido me parecía entonces más
complicado que viajar a la luna. Siete días tarde en reunir el valor de
sugerírselo, y otros siete en encontrar el momento idóneo. Una cena romántica
bajo las estrellas, con velas, y tantas otras mariconadas que tanto le gustan. “Una
curiosa manera de fortaleces nuestra relación” me dijo. “Una curiosa manera,
sin duda, de renovar nuestros votos de amor eterno”. Como siempre, tardé un
tiempo en descifrar su expresión. Menudo jugador de póker podría haber sido.
Unos segundos interminables.
Y
de repente, todo se volvió más real. Lo que antes era una fantasía, dejó de
serlo, así, sin más, y el miedo que me revolvió las tripas, no lo conocí hasta
esa noche, y jamás lo he vuelto a sentir. Tan fuerte me apretaba el corazón que
tuve que irme corriendo a darme una ducha y llorar en soledad. No me entraron
dudas, no. Pero los nervios tardaron un tiempo en aflojar el nudo de mi estómago.
Y cuando salí, allí estaba él. Mi marido. El único gran amor de mi vida. Esperándome
desnudo en la puerta del baño. Deseando hacerme el amor como no me lo había
hecho desde hacía tanto…
Esa
chispa prendió rápido, y avivó como nunca la llama de nuestra pasión. Arde con
fuerza en el interior de ambos desde entonces.
Nos
hemos metido de lleno en este nuevo mundo que nos era desconocido no hace
tanto. Pero a pesar de ello, siempre encontramos tiempo que dedicar a nuestros
placeres en amor e intimidad. Mucho más incluso, aunque no te lo creas, que
cuando éramos unos jóvenes saturados de hormonas, y no podíamos pensar en otra
cosa.
Te
entiendo. Comprendo tus dudas, tus temores. Tu vergüenza. Pero también los
deseos que nacen en lo más profundo de tu ser. Así que deja que te ayude como
me ayudaron a mí. Libérate de tus miedos. Abre tu mente y entrégate a este
momento. No pienses en la habitación de al lado. Lo que ocurra allí es asunto
de ellos dos, y no nos concierne. Sí, mi marido le dará tanto placer a tu mujer
como ella pueda soportar. Pero tú, tú estás aquí conmigo. Dejémonos llevar y
disfrutemos frente al fuego del deseo que nace en nuestro fuero interno de
forma tan intensa y natural. Hagamos el amor esta noche como si fuera la
primera y la última vez que podremos permitirnos dejarnos arrastrar por lo que
desean nuestros sabios cuerpos.
Iván Lus
No hay comentarios:
Publicar un comentario